miércoles, 18 de marzo de 2009

Carnaval



Día de carnaval en Cholula

Viridiana Álvarez Tello*

Domingo, 01 de marzo de 2009

11:45 AM

El sol ya casi estaba en su cenit; los volcanes lucían un brillante color azul mientras sólo un poco de reluciente nieve blanca cubría sus cúspides. Una brisa soplaba suavemente, levantando nuestros cabellos sólo un poco junto con la morena tierra a nuestros pies. Estamos en la ciudad que nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos conocieron tan bien, una ciudad antes tan temida y respetada y que sigue teniendo un resplandor y belleza tan grandes como en los tiempos de nuestros antepasados prehispánicos.

















Estamos en Cholula, hermosa y resplandeciente ciudad dentro del Estado de Puebla.

(...)

Saqué la cámara de su funda y empecé a grabar a los curiosos personajes antes de que empezara todo. Sus coloridos trajes brillaban bajo el sol, el cual arrancaba destellos a los bordados de oro, chaquira y lentejuela que había en sus capas. La mayoría tenía imágenes de la historia del idilio de los volcanes en sus ropas, representando el momento en el que Popocatépetl encontraba a Iztaccíhuatl ya muerta y lloraba su muerte, pero también había otros modelos: varios otros que vi, en sus pecheras o capas, tenían caras de hombres barbudos con un turbante en su cabeza (estilo Osama Bin-Laden) o mujeres vestidas al estilo árabe y algunas medias lunas con un par de estrellas, recordándome a la bandera de Afganistán o a Las Mil y Una Noches.

(...)

Había máscaras blancas, rosas, morenas como la piel de nuestra gente, y varias otras tonalidades que trataban de imitar la piel humana. Algunas no tenían barba, pero las que sí tenían presentaban una barbita (lustrosa y aparentemente aterciopelada) bastante pegada a la misma máscara; algunas veces la barba era negra como la pólvora que hacían explotar, y otras eran barbas castañas. Incluso vi algunas mujeres que llevaban una barba en su máscara. ¿Qué cómo me di cuenta de que eran mujeres, si llevaban máscara? Bueno, si te fijabas detenidamente, resultaba irónico ver que algunos huehues barbudos tenían busto.

(...)

No tuvimos que esperar demasiado. A los pocos minutos de haber tomado nuestro lugar entre la gente, escuchamos la música de la banda que empezaba a tocar, y pronto se empezaron a escuchar más explosiones de pólvora alrededor nuestro. Los niños-huehues bailaban alegremente, aunque más que bailar parecía que estaban pisando carbones encendidos. Sin embargo, resultaba un espectáculo conmovedor y entretenido al mismo tiempo. Los padres observaban orgullosos mientras los infantes hacían esto, quizá remontándose en sus mentes unos veinte años en el futuro, cuando estos pequeños huehues tomarán su lugar en el carnaval.

(...)

Un muchacho disfrazado de huehue que pasaba cerca de nosotros emitió uno de esos gritos raros y disparó su escopeta; a los pocos segundos lo vimos sacudiendo la mano enguantada vigorosamente, como tratando de que le llegara aire.

“Pen****, ya se quemó la mano.” Comentó un señor a su esposa al ver al muchacho. La señora sólo sacudió la cabeza pensativamente. Por fortuna, la quemadura no fue demasiado fuerte y pronto el muchacho se unió a su grupo de nuevo, gritando como loco y disparando a diestra y siniestra. Mi hermano se estremecía cuando los escuchaba disparar: sus protectores de oído no le sirvieron demasiado una vez que estuvimos tan cerca de los huehues.

(...)

Muchas personas se habían metido algodones en los oídos para que el fuerte sonido de los escopetazos no les lastimara. Me pude fijar en que nosotros no éramos los únicos en estremecernos cuando oíamos un disparo; varias ancianitas y señoras todavía temblaban cuando escuchaban la explosión cerca de ellas. Para mi sorpresa, los niños no temblaban ni lloraban; en cambio, reían y observaban con ojos bien abiertos todo lo que pasaba a su alrededor. Los hombres, algunos todavía jóvenes y fuertes y otros ya cuarentones y panzones, todos por igual observaban la caravana de huehues pasar enfrente de ellos, tomando a sus niños de las manos para que no se fueran con la multitud y uno que otro rodeando los hombros de sus esposas con un brazo. Ja, seguro que la mayoría de aquellos eran todavía recién casados, a juzgar por lo jóvenes que se veían y por la edad de los retoños que llevaban consigo. Por cierto que los cuarentones y panzones eran los más descarados al observar una minifalda o pantalones ajustados cruzar la calle enfrente de ellos. ¿Qué le vamos a hacer? Tenían excusa: era día de carnaval…

(...)

Otra vez empezamos a escuchar las explosiones de pólvora muy cerquita de nosotros, y esta vez no nada más las escuchamos, sino que hasta sentimos unas piedritas, calientes y punzantes, pasar como balas rozándonos la cara. Me llevé una mano a la cara, revisándola después para ver si no me había salido algo de sangre, pero por suerte no pasó de un rozón. Mi hermano también se estaba sobando su cara.

“¿A ti también te pegó?” Me preguntó.

“Sí…” Respondí. “Las han de haber cargado demasiado.”

Al menos eso fue lo máximo que nos llegó a pasar ahí. El miércoles pasado había ido al carnaval de Huejotzingo, pero aquél se pone mucho, mucho peor que cualquier otro que haya visto antes: huehues ya todos borrachos tirados en la calle, otros cuantos diciendo incoherencia tras incoherencia abrazados al compadre de junto, varios otros usando la calle como baño y tantas explosiones de pólvora que harían saltar del susto incluso a un sordo… sin mencionar a la gente en la calle que ya también había caído a los pies de Baco o a las ambulancias que llegaban por los heridos de aquel carnaval.

Guardé de nuevo la cámara en la funda. Ya habíamos estado ahí por una hora más o menos, y debíamos irnos antes de que cerraran completamente la calle en donde habíamos dejado estacionado el coche de mi papá. Caminamos de nuevo entre el gentío, abriéndonos paso poco a poco hasta llegar a una calle en la que no había tanta gente y podíamos caminar con más ligereza.

Para cuando íbamos en la carretera de nuevo, los volcanes seguían luciendo su esplendorosa túnica azul y sus penachos blancos, como si también se hubieran preparado para el carnaval de una de sus ciudades protegidas, Cholula.


*La autora es estudiante del curso de Historia Regional del primer grado del Bachillerato General Matutino del Benemérito Instituto Normal del Estado de Puebla

virialvarez@hotmail.com

1 comentario:

  1. virialalvarez. es muy interesante tucomentario hacia tuvisita a la ermosa ciudad de cholula hojala toda la gente tuviera la educacion que tu ttienes al hacer este tipo de analisis sigue asi y seguramente vas a llegar a reaalizar todos tus proyectos de vida no te conosco pero gracias.yo soy un ciudadano muy orgulloso de sus origenes de cholulteca

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