martes, 21 de julio de 2009

La lista de aceptados


La lista

Dubriel García Rodríguez

Hoy es el gran día. Camila busca frenéticamente el puesto de periódicos, ahí mismo en la banqueta consulta ansiosamente la lista, un escalofrío recorre su cuerpo, ¡No está!, observa bien y se da cuenta que es el listado equivocado. Cuando encuentra la carrera de medicina tiemblan sus manos y su corazón se agita, lentamente con el dedo va buscando su nombre. No aparece. Repasa la lista infinidad de veces. Es inútil. Finalmente cuando lo encuentra, comprueba lo que no puede creer, aparece en la lista de rechazados. Sólo son veinticinco los aceptados. Todos sus sueños se vienen abajo ¿Qué va ha hacer?, ¿regresar al pueblo?, no, ¡Eso jamás!

Estudió la prepa en su pueblo de la mixteca poblana y hasta ahí, no había más, tuvo que emigrar porque tenía sueños de ser alguien en la vida. Llegó a la enorme ciudad y se hospedó en esa casa que se anunciaba como hospedaje para estudiantes. Había coincidido en las escaleras con un joven que le hizo la plática, supo que él se llamaba Justino, oriundo de un pueblo de Guerrero también venía a presentar examen a la universidad, con los mismos sueños y con las mismas necesidades.

Los trámites eran en universidades distintas y en las tardes se reunían para comentar las aventuras del día. En la fecha programada se desearon suerte mutuamente y fueron a presentar el examen de admisión.

Ahora siente unas ganas inmensas de llorar. No tiene esperanzas ni futuro. Regresa al departamento pero antes pasa por la tlapalería y compra algo que guarda en su mochila. Jamás regresará al pueblo arrastrando su derrota. Ha tomado una decisión dolorosa.

Apenas Camila cierra la puerta de su departamento cuando Justino pasa por el corredor con varios periódicos bajo el brazo, entra a su cuarto y los tiende sobre la cama, busca afanosamente la sección correspondiente y ve la lista de los sacrificados, veinticinco en total, no está en esa, está en la otra. Él lo sabe.

Aparece en la lista de los sicarios que ejecutaron a veinticinco jornaleros.

Se acuerda cuando salió del pueblo, hace un año, dispuesto a estudiar agronomía pero fue rechazado, su mamá lo despidió con lágrimas en los ojos y su padre le advirtió: No regreses con deshonra para nosotros. Siente unas ganas inmensas de llorar, ha sepultado su futuro y sus esperanzas. Les ha mentido a todos. No regresará al pueblo para avergonzar a sus padres. Busca su arma, sabe lo que tiene que hacer.

En la calle se escucha el sonido estridente de las sirenas.

Blogger Jord∂n∂ ∂m∂r∂nth∂ dijo...

¡Vaya! Qué tristeza. Recuerdo en mi casa, cuando tenía un negocio de renta de internet y computadoras, un señor llegó y me pidió que le ayudara a buscar el folio de su hijo en el internet...

me puse nerviosa... pero le ayudé... Control+F en la lista... ¡Puf! Aparece.. aparece... le dije al señor como seis veces.. "Aquí está, aparece en la lista de aceptados y en quinto lugar" La cara del señor fue algo que jamás olvidaré, la expresión en sus ojos y la alegría que desbordaba son inigualables. Qué suerte tuve de no dar malas noticias.

29 de julio de 2009 0:07


1 comentario:

  1. ¡Vaya! Qué tristeza. Recuerdo en mi casa, cuando tenía un negocio de renta de internet y computadoras, un señor llegó y me pidió que le ayudara a buscar el folio de su hijo en el internet...

    me puse nerviosa... pero le ayudé... Control+F en la lista... ¡Puf! Aparece.. aparece... le dije al señor como seis veces.. "Aquí está, aparece en la lista de aceptados y en quinto lugar" La cara del señor fue algo que jamás olvidaré, la expresión en sus ojos y la alegría que desbordaba son inigualables. Qué suerte tuve de no dar malas noticias.

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