martes, 6 de mayo de 2014

Ecos del cinco de mayo



Discurso que pronuncié con motivo del libro Ecos del cinco de mayo en un evento realizado, en el 2012, en un recinto de la BUAP.

Un grupo de amigos muy querido me ha encomendado una tarea muy difícil: que hable acerca de ellos y que hable acerca de su obra, un libro titulado Ecos del cinco de mayo. Una tarea harto difícil porque  sucede que cuando empiezo a contar un suceso, que considero importante, la gente que me escucha empieza a hablar de otra cosa y entonces creo que los acontecimientos son triviales o bien que no se cómo contar las cosas,  yo me inclino por lo segundo.

No obstante, hoy he decidido correr ese riesgo y vengo  a hablar de la obra que han creado unos maestros, utilizo la palabra maestros para referirme a mis amigos porque es la que se ha utilizado  desde hace muchos años para designar a las personas que enseñan a  los niños en  la escuela primaria y la escuela secundaria, aunque todos sabemos que, cuando se hicieron populares los posgrados entonces la palabra maestro adquirió otra connotación.
Los maestros de primaria cuando trabajan en el medio rural ya sea en la sierra norte o en la región Serdán suelen reunirse  en la cabecera de zona para entregar informes de fin de año a la supervisión escolar y entonces cuentan anécdotas de niños ingeniosos, historias de campesinos y relatos sentimentales de su quehacer cotidiano, siempre entre bromas y risas, porque ustedes han de saber que los maestros de educación básica son muy alegres y así sucede, año tras año, los maestros viejos que cuentan esas historias son sustituidos poco a poco por los maestros nuevos y  estos siguen contando  historias que han escuchado de los maestros viejos y creando a la vez nuevas historias  que cuentan a otros maestros nuevos. Es un continuo de la vida magisterial y de la vida de los pueblos.
Y sucedió que un día, un maestro muy leído alzó la voz y exclamó: ¡oigan ¿y por qué no escribimos lo que contamos?! Y así, el grupo dio un pequeño paso en la vida cotidiana del maestro de escuela, sin tomar conciencia de que el paso de la oralidad a la cultura escrita había sido ya experimentada por siglos, en la historia de la humanidad.
Cada viernes, de cada semana, de cada mes, el grupo de maestros soñadores narró  con emoción sus vivencias, cada uno en su turno  hilvanó su historia con seriedad absoluta mientras  que el resto  se carcajeó hasta las lágrimas no por el relato en sí, sino por los errores gramaticales que poco a poco fueron corregidos.
El protagonista del relato de Silvia Castro, en La verdad desnuda, es un niño que va al panteón y se asusta al recordar las historias que ha escuchado acerca de los muertos que resucitan. Silvia aprovecha la atmósfera creada para describir el mausoleo de Rafael Cravioto militar que combatió, en la batalla del cinco de mayo, bajo las órdenes del general Negrete.
Araceli Castillo recrea la historia a través de personajes infantiles que juegan a la guerra en una vecindad y que ante la batalla inminente del cinco de mayo sus padres los envían con familiares distantes para protegerlos mientras ellos se preparan para defender a Puebla en la histórica batalla. Los niños quieren quedarse a pelear pero sólo tienen,  fusiles de madera.
Librado Agustín Ramírez recrea la imagen del soldado que ante el ataque de franceses al fuerte de Loreto toma  una bala de cañón y la arroja con sus propias manos sobre los soldados franceses que están escalando los muros. Sus personajes son escolares que dramatizan la batalla dirigidos hábilmente por su maestra.
A continuación  abro un paréntesis porque voy a relatarles una historia que me contó un desconocido, cuando no se por qué razón, me escuchó leer los  episodios anteriores, él se quedó unos instantes reflexionando  con expresión muy seria y luego me dijo: a decir verdad yo conozco algo parecido: “En esa memorable batalla del cinco de mayo participó un niño de la sierra llamado Topilito acostumbrado a subir y a bajar cerros persiguiendo chivos y cuando su padre vino  a Puebla, él lo acompañó y se ocultó entre los árboles para presenciar   la batalla y entonces vio que la bandera mexicana estaba a punto de caer en manos del enemigo; corrió a rescatarla y con velocidad suprema subió la cuesta y la puso a salvo”.
Después me di cuenta que ese desconocido era yo mismo y, sin dilación, con la velocidad del Topilito, me dediqué a escribir el texto.
En otro viernes, Celestino Reséndiz, maestro jubilado, narra la historia que le contaron los Xochiapulcas cuando trabajó en ese municipio, ellos le contaron que la gente de la ciudad llama Zacapoaxtlas a los indígenas que combatieron en la batalla del cinco de mayo, pero lo cierto es que en la batalla, los indios eran originarios  de Tetela de Ocampo, Huauchinango, Zacatlán, Teziutlán y de otros lugares serranos y que de Zacapoaxtla sólo combatieron unos cuantos.
Mónica Baldeón crea una atmósfera de víspera de la celebración del primer centenario de la batalla del cinco de mayo, narra en un monólogo los preparativos que se hacen para la gran celebración y llegado el día: la inauguración de la autopista, el centro expositor de la feria en la colonia San Manuel y ver  el desfile por televisión en blanco y negro.
Una de las intenciones de mis amigos al escribir el libro Ecos del Cinco de Mayo es que sus relatos ofrecieran imágenes del pasado, como en el relato de Mónica, o del presente, en el relato de Elisa;  viajes simbólicos en tiempo y espacio.
Elisa Becerra, maestra de secundaria, describe la cotidianidad de la organización de los festejos del cinco de mayo en las comunidades del campo, sus personajes son gente común: alumnos, autoridades, padres de familia y el personal de la escuela. Todos asumen un destino de grandes dimensiones porque son testimonios de una realidad.
 
Pero cuando se trató de contar historias de los abuelos, Casimiro Agustín nos atrapa con la vida de Fidencio Ramírez, la vida dura del campesino y de su nieto que trabajan duras jornadas en el campo. “… él arriaba la yunta de toros y yo agachado destapaba las matas (…) recuerdo muy bien las piedras que se volteaban al avanzar el arado que jalaba la yunta, (…) se me venían encima de las manos y por no retirarlas a tiempo, la piedra se llevaba la uña dejando la carne viva…” El  final sorpresivo, cuando vincula esa biografía con la presencia de los franceses.
Y como relaté  al principio de mi lectura cada viernes de taller  nos sometíamos al escrutinio de los demás, una estrategia didáctica de la Sociedad General de Escritores (la SOGEM) y como mis amigos fueron extremadamente críticos con mis textos y aprovechando la oportunidad, quiero repetir las palabras del Mtro Jorge Abascal que pronunció al hacer la presentación del libro en el mes de mayo.
“… Los textos que conforman este libro –los de ustedes no los míos- están permeados, invadidos de pasión, de esa pasión generosa que es la pasión creadora cuando surge del amor a un lugar, cuando legitima y confirma un acontecimiento  (…) Este día, es la literatura la que tiene las llaves, porque este libro Ecos del Cinco de Mayo abre las puertas de 17 escenarios, 17 esfuerzos que son visiones personalísimas de lo que este acontecimiento histórico sigue significando (…)  Muchas felicidades a los autores, ojalá que sigan creando, escribiendo, señalando desde sus letras lo que es importante”.
Muchas gracias.

Dubriel García Rodríguez, septiembre de 2012.

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